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La dura carta a Gray y Berni escrita por un vecino de Luis Guillón cansado de la inseguridad

Luego de la ola de robos sufrida por vecinos de Luis Guillón, y que el fin de semana terminó con el asesinato de una jubilada atada de pies y manos en su cama, un vecino de Luis Guillón le envió una dura carta al intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray y al Ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni.

La carta fue escrita por Guillermo Gill la misma noche que se conoció la noticia de la muerte de Nilda, la jubilada asesinada en su casa.

#EOL pudo acceder a la carta con un mensaje muy emotivo y alarmante. En la misma, Guillermo interpela al Intendente y al Ministro: “Les escribo como quisieran hacer muchos vecinos (espero no arrogarme ninguna facultad más que la de ponerle voz a nuestro mudo dolor), les escribo medio roto, sin entusiasmo ni desgano; les escribo dolido, confuso, hastiado; les escribo en la noche de este domingo gris; les escribo sin ganas de dormir, sin ganas de escribir. Les escribo para contarles que estamos en guerra. Sí, en guerra. No contra ustedes, claro, y mucho menos contra la autoridad policial. La guerra nos la declararon hace rato los delincuentes a nosotros, los ciudadanos comunes”.


“Nadie, créanme, está en contra más que de esas lacras que no nos permiten ni sacar la basura sin zozobra, pero son ustedes los políticos, quienes año tras año, nos dicen que vamos a vivir mejor, que saben cómo mejorar nuestro entorno y que están trabajando incansablemente para hacer de nuestro Guillón, de nuestro Esteban Echeverría, un lugar mejor. Permítanme contarles con todo respeto y con toda objetividad (ya que vivo aquí desde hace 52 años) que eso no está sucediendo, que nuestra calidad de vida se degrada día tras día”, continúa.

Además, en otro triste párrafo, el vecino de Luis Guillón cuenta cómo viven los vecinos ante estos hechos: “No caminamos nuestras calles, somos campeones mundiales a la hora de entrar los autos a nuestras casas, tememos por nuestros hijos a los que ya no mandamos ni a comprar una leche al almacén de la esquina, y a los que después les imputamos que carecen de "calle". Vivimos un calvario hasta que el último de nuestros afectos entra a la casa. Allí cerramos con cuanta traba tenemos disponible, encendemos las alarmas, y consciente o inconscientemente, rezamos para que la bomba de la delincuencia no se filtre por nuestra ventana”.

A continuación, la carta dirigida a Fernando Gray y Sergio Berni completa:


Sr. Intendente, Dr. Fernando Gray / Sr. Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Sergio Berni.


Les escribo como quisieran hacer muchos vecinos (espero no arrogarme ninguna facultad más que la de ponerle voz a nuestro mudo dolor), les escribo medio roto, sin entusiasmo ni desgano; les escribo dolido, confuso, hastiado; les escribo en la noche de este domingo gris; les escribo sin ganas de dormir, sin ganas de escribir. Les escribo para contarles que estamos en guerra. Sí, en guerra. No contra ustedes, claro, y mucho menos contra la autoridad policial. La guerra nos la declararon hace rato los delincuentes a nosotros, los ciudadanos comunes.

Nadie, créanme, está en contra más que de esas lacras que no nos permiten ni sacar la basura sin zozobra, pero son ustedes los políticos, quienes año tras año, nos dicen que vamos a vivir mejor, que saben cómo mejorar nuestro entorno y que están trabajando incansablemente para hacer de nuestro Guillón, de nuestro Esteban Echeverría, un lugar mejor. Permítanme contarles con todo respeto y con toda objetividad (ya que vivo aquí desde hace 52 años) que eso no está sucediendo, que nuestra calidad de vida se degrada día tras día.


Ustedes ya saben lo que les voy a contar, claro que lo saben, pero es mi deber gritárselos haciendo con las manos un túnel para que mi voz, que es la de muchos vecinos, no se caiga en la grieta estéril de la politiquería barata. Hoy sucedió lo que les veníamos advirtiendo desde hace mucho tiempo desde nuestro foro de Vecinos Alerta, hoy nos comimos la frutilla del postre pútrido de la inseguridad. Hoy nos mataron a una abuelita de 87 años en la calle Arana casi Bourquet, en pleno centro de Luis Guillón. Repito, nos la mataron. Algún forajido se coló por algún hueco traicionero de la casa, le robó, la mañató y se fue con el botín y la cobardía de no importarle si esa mujer inocente y sin fuerzas iba a poder desatarse, mientras una cinta le cubría la boca y le impedía la respiración. Su corazón, también mañatado, dijo basta, y el nuestro también.


Si hasta me siento cómplice de no saber su nombre, como si se tratara de un caso más de inseguridad y no de una mujer de carne y hueso que jamás habrá pensado, ni en la peor de las pesadillas, morir así: sola y desvalida en nuestro Guillón amado, tan cerca de nuestro estéril desconcierto.


¡A la vuelta de casa, che!, me repito, mientras advierto que ya es lunes y sigo buscando palabras para adornar lo indecible y ver, finalmente, que no hicimos nada por ella. Bah, hacer, hicimos. Hicimos alarmazos, caravanas, petitorios, reuniones, advertencias. Meros gritos desesperados.


Vuelvo a asa mujer indefensa que es mamá de Graciela, de Graciela que está volviendo a su casa ahora, para abrazar el frío de la injusticia. Y nosotros acá, hablando de ella como de una abuelita sin nombre, como si se tratara de un NN. ¿Habrá alguna estadística que mida tanto desprecio por la vida humana?


Volvamos a la guerra.

Sabemos que las fuerzas de seguridad son una herramienta para que ese combate se incline para nuestro lado. Apóyenlas. Si les dieron patrulleros, otórguenles más; si necesitan nafta, dejen los funcionarios de usar las camionetas municipales y pásenles la nafta a ellos. Ustedes pueden viajar, como nosotros, en el transporte público o en sus propios vehículos.


Sé que no debo aclararle que son ustedes, las autoridades municipales, provinciales y nacionales las que están allí por nuestra voluntad, y que son ustedes nuestros representantes, aquellos a los que debemos peticionar (y a veces exigir) para que nos permitan vivir como pretendemos y merecemos, como ustedes prometen recurrentemente que vamos a vivir.


No es una guerra más que contra la delincuencia para ganar la paz que perdimos hace tiempo. Combatimos con nuestra honestidad, escondiendo a los nuestros en trincheras inútiles, mal iluminados por lámparas languidecientes y amarillentas que dan a nuestro pavor un tinte más dramático aún. Aún recuerdo cuando las colocaron. ¡Éramos tan jóvenes y brillábamos!


Entienda, por favor, que publicitar nuestras desgracias es prevenir las futuras. Nadie puede entender la preocupación, la angustia y el miedo de sus vecinos como un enfrentamiento con las autoridades, pero cuando la autoridad no se hace carne del dolor de sus semejantes, no declamando, sino estableciendo políticas firmes y efectivas, es muy probable que nos confundamos todos. Somos el termómetro para que las autoridades se den cuenta que el cuerpo social está afiebrado. No hay pañito que nos baje esta temperatura cruel.

No caminamos nuestras calles, somos campeones mundiales a la hora de entrar los autos a nuestras casas, tememos por nuestros hijos a los que ya no mandamos ni a comprar una leche al almacén de la esquina, y a los que después les imputamos que carecen de "calle". Vivimos un calvario hasta que el último de nuestros afectos entra a la casa. Allí cerramos con cuanta traba tenemos disponible, encendemos las alarmas, y consciente o inconscientemente, rezamos para que la bomba de la delincuencia no se filtre por nuestra ventana.


La guerra está declarada desde hace años y la vamos perdiendo. Tenemos víctimas por doquier. Todos los días nos roban nuestra paz. Todos los días escondemos el miedo para salir a ganar nuestro pan. La calle es de ellos pero la voz es nuestra y vamos a hacernos escuchar con tanta educación como firmeza. Sin partidismos ni banderas.


Somos, sencillamente, Vecinos Alerta.

Eramos más, pero hoy nos arrebataron a una que llevaba el uniforme de los buenos.


Lo saludo con el renovado afecto de siempre.


Guillermo Gill.

Domingo 22 de enero de 2023.


Pd: Nilda, se llamaba Nilda. Qué hermoso nombre. Qué triste final”.

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